Diario Vasco
José María Usandizaga, sentado al frente de un piano.
José María Usandizaga, sentado al frente de un piano.

Usandizaga, popular y desconocido

  • En el centenario de su prematura muerte se recupera la figura del compositor donostiarra. Falleció con 28 años después de haber compuesto un centenar de obras, muchas de ellas inspiradas en el folklore vasco

El 5 de octubre de 1915 fallecía a los 28 años el músico y compositor donostiarra José María Usandizaga Soraluce, considerado uno de los padres de la ópera vasca y para muchos, elemento fundamental del nacionalismo musical vasco. Sin duda era un personaje enormemente popular. Su entierro se convirtió en un reflejo perfecto de la fama que tenía. Una figura que, en muchos casos, ha trascendido a su obra.

Jon Bagüés, director de Eresbil, el Archivo Vasco de la Música, considera que de Usandizaga «todavía sabemos poco» y espera que este centenario sirva para investigar un poco más sobre su persona «sin recurrir a los lugares comunes y huyendo de los tópicos».

Pero por qué tal desconocimiento de una persona tan famosa en su época. «Al morir tan joven se convirtió en un mito y esto muchas veces oculta la realidad». Tras su muerte aparecieron muchos escritos alabándole, «pero de su personalidad no sabemos tanto». Muchos de los documentos personales se han perdido, «posiblemente para siempre». La biografía de Usandizaga que más se usa es la de Jesús María Arozamena ('Joshemari Usandizaga y la Belle Epoque donostiarra'- Ed. Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1969). Para escribirla utilizó muchos de esos papeles, principalmente correspondencia «que es donde mejor puedes descubrir mucho de la manera de ser del investigado», pero han desaparecido. En Eresbil se está buscando el fondo Arozamena «aunque de momento lo damos por perdido».

«¡Pobre Joshemari!»

Usandizaga siempre fue una persona enfermiza desde que de pequeño padeció la tuberculosis. Bagüés piensa que «por esa razón, muchas veces cuando se habla de él es con la sensación de '¡pobre Joshemari que murió tan pronto!' y no debería ser así. Todos los datos humanos que tenemos, contados la mayoría por su hermana pequeña Ana Mari, transmiten que era muy bromista y le encantaba hacer juergas. Era un joven de su época, con unas relaciones sociales muy amplias».

Su sobrino José Antonio, hijo de Ramón, recuerda que la figura del músico «siempre estuvo presente en nuestra casa. Encima del piano que tenía mi padre estaba puesto un busto igual que el monumento de la Plaza Gipuzkoa. Me contaba muchas anécdotas porque era una persona muy querida en San Sebastián. Siempre fue un enfermo, pero a pesar de eso tenía un carácter muy afable, atraía a la gente y era muy comunicativo. Alternaba mucho con la gente. Decía que le encantaba ir al Boulevard a charlar con las modistillas. También frecuentaba muchas reuniones de sociedad donde tocaba el piano e improvisaba mucho. Era un hombre muy popular en todos los aspectos. Respecto a mi padre, mi tío fue una figura fundamental para él porque fue quien le dio, directamente, la formación musical».

Bagüés considera que Usandizaga, además de un grandísimo músico, también fue un producto del momento en el que le tocó vivir. «En Donostia había una ebullición del ambiente musical que todavía está por estudiar. La música tenía una importancia fundamental en el mundo de los casinos y los cafés. Esto significa que a Usandizaga se le protegió y se impulsó en su formación hasta llegar a París donde desarrolló sus dotes musicales».

El Archivo Vasco de la Música alberga el fondo Usandizaga, compuesto sobre todo por partituras -a pesar de su temprana muerte compuso un centenar de obras, una cifra no muy elevada pero que incluye tres óperas con el tiempo y esfuerzo que requiere- y mucha información posterior a su muerte. «Contiene no solo lo que conservó la familia tras su muerte, sino también cuatro álbumes con recortes de prensa que su padre hizo después. En ellos también hay programas, menús de homenaje. Son libros muy interesantes para los estudiosos. También tenemos la mayor parte de los manuscritos originales, las ediciones, algunos objetos como tarjetas postales...».

La personalidad musical de Usandizaga se manifestó a edad muy temprana. Se le ha llegado a calificar de niño prodigio, aunque «hoy en día se ha puesto en cuestión». Su madre, que era pianista, enseguida se dio cuenta de las posibilidades de su hijo y fue quien le inculcó las primeras nociones de piano. Con doce años ya daba conciertos en el Gran Casino y dos años más tarde se presentó en el Teatro Bellas Artes interpretando un concierto para piano de Mozart.

Si todo hubiera seguido tal y como marcaba la hoja de ruta que diseñaron sus padres y sus profesores, José María Usandizaga hubiera sido un magnífico pianista, pero una lesión en una mano le hizo desechar ese camino y dirigir sus pasos hacia la composición.

Su música fue evolucionando «y es algo que también está por estudiar en profundidad, se ha escrito poco» señala Bagüés, porque habría que comparar la que escribió antes y después de su estancia en París. «En la capital francesa aprendió toda la formación básica de composición, instrumentación y orquestación, que en eso los franceses son magníficos».

'La Llama'

Usandizaga, que se centró principalmente en la música dramática, escribió tres óperas «con el esfuerzo y el tiempo que eso conlleva». La primera fue 'Mendi-Mendiyan' (1909), 'Las Golondrinas' (1914) y 'La llama' (1915). Respecto a esta última siempre se ha considerado incompleta -fue su hermano Ramón quien la concluyó-, aunque Bagüés afirma que «se puede decir que la acabó. Faltaban algunos detalles, aunque la partitura que está en Eresbil llega hasta el último compás. La interpretación que va a realizar la Orquesta de Euskadi en marzo está compuesta por José Mari Usandizaga».

José Antonio Usandizaga recuerda que su padre le contaba «la emoción que sintió mi tío cuando en 1914, tras triunfar con 'Las golondrinas' en el Teatro Price de Madrid, San Sebastián, que entonces tenía 50.000 habitantes, le realizó un apoteósico recibimiento. Unas 15.000 personas se acercaron a la Estación del Norte».

Su sobrino también destaca que «tenía una capacidad impresionante para instrumentar y para escribir. Mi padre estuvo mucho tiempo con él en los últimos meses cuando componía 'La Llama'. Casi no podía levantarse de la cama y escribía ahí, sin corregirse al piano; lo hacía directamente, pero su capacidad era tal que no le hacía falta. Mi padre no tenía su inspiración, pero sí, al igual que mi tío, una gran capacidad de instrumentación»

La incógnita está en qué recorrido hubiera tenido el músico donostiarra de no haber muerto tan joven. «Es difícil saberlo. Le quedaban unos años de bonanza económica en su entorno. Hasta 1930, como mínimo, hubiese podido tener un grandísimo desarrollo sobre todo en el ámbito de la música dramática, aunque también en otros. Por ejemplo para música de cámara escribió un cuarteto de cuerda y un primer tiempo de otro... Lo que nos hace sospechar que también hay hubiera triunfado», explica el responsable del archivo vasco.

Además escribía mucho por encargo, sobre todo coro. «Era el favorito del Orfeón Donostiarra. De haber vivido más les hubiera compuesto bastantes obras. También está la parte dedicada a la música de órgano; lo que escribió para este instrumento da para una hora».

Usandizaga era euskaldun y compuso, entre otras 'Umezurtza' (1913) un poema sinfónico coral con textos en euskera que él mismo escribió. También escribió para txistu, para varias bandas... La duda está si hubiera seguido por ese camino del folclore vasco. «Mirando muy por encima las tres óperas, que son sus obras más representativas, se puede decir que 'Mendi-Mendiyan' es casi verista, con tratamiento de las melodías tradicionales vascas; pero escuchas 'Las Golondrinas' y ves que aborda un drama social con el tema de los payasos, algo bastante recurrente en el teatro; en cambio 'La llama' es el mundo del exotismo y los sultanes. Son tres caminos muy diferentes. ¿Dónde hubiese parado? Vaya usted a saber».