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Jueves, 20 de enero 2022, 00:49
Sin redobles oficiales, pero engalanada de azul y blanco y mucha emoción. La fiesta de la Tamborrada se abrió esta pasada medianoche entre restricciones y contagios. Por segundo año consecutivo, las doce campanadas del reloj de la plaza de la Constitución marcaron el inicio de una celebración atípica por la pandemia. No hubo izada, aunque la bandera sí ondea desde las once de la mañana de la víspera, cuando un funcionario municipal colocó la enseña en el mastil. Faltaron los principales protagonistas, empezando por la tamborrada de Gaztelubide. Pero las ganas de fiesta sí animaron a cientos de donostiarras a plantarse en la plaza, donde además las terrazas de los bares estaban llenas. A las doce, de forma improvisada, todos se giraron mirando al reloj y se arrancaron con la marcha de San Sebastián al unísono. No fue lo mismo, pero no ha quedado otro remedio que vivir la fiesta de una forma diferente.
Algunos dieron rienda suelta a sus tambores desde las sociedades, donde se reunieron para cenar en cuadrilla pese a que no se esperaba una noche muy larga ya que para las 01.00 horas todos los locales debían estar cerrados, debido a las normativa covid vigente al menos hasta el viernes día 28. Debido a esta medida, muchos jóvenes decidieron juntarse en el Muelle para hacer botellón. Al cierre de esta edición, el único incidente reseñable se produjo en la calle Juan de Bilbao, donde una persona tuvo que ser atendida y trasladada al hospital tras sufrir una agresión.
La fiesta se vivió con más intensidad en las casas, con los balcones acicalados con las enseñas de la ciudad. Colocar la bandera de San Sebastián en la ventana o en la terraza se ha convertido ya en una costumbre que cada año gana más público, sobre todo desde que la pandemia ha impedido celebrar la fiesta. Hasta el año pasado, nadie concebía un 20 de enero sin el redoble de los tambores por las calles, una imagen que el coronavirus también ha cambiado por completo. Ojalá en 2023 se recupere la normalidad.
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El sentimiento es lo que hace de una jornada de fiesta cualquiera un día insustituible. Cada uno escuchó la marcha donde pudo y cuando pudo. Llevamos dos años esperando una Tamborrada al uso, con desfiles y una plaza de la Constitución en la que normalmente no cabe ni un alfiler. Pero, otra vez más, el coronavirus ha truncado los planes, obligando a suspender la izada y la arriada, los momentos más especiales del día de San Sebastián. Se echó en falta el ambiente tan característico de un 19 de enero por la noche, pero los más jóvenes hicieron de la víspera de San Sebastián una fiesta, aunque diferente de la habitual. Entre tanto brindis, no obstante, si hubo un deseo que se repitió, fue hacer sonar los tambores sin preocupación -ni limitaciones- el próximo año.
Mientras tanto, los balcones siguen albergando a familias, que anoche se asomaron a las terrazas, dibujando una estampa muy similar a la de 2021, cuando el toque de queda prohibía estar en la calle a partir de las 22.00 horas. Además de la marcha de Sarriegi, que pese que de manera informal sonó en diferentes rincones de la ciudad, también hubo quien tocó el himno de la Real Sociedad, un clásico en estas fechas. Con el partido contra el Atlético de Madrid, la fiesta comenzó en el Reale Arena y sus aledaños. Antes del encuentro entonaron el cántico realista acompañados de barriles y tambores. El Orfeón Donostiarra culminó la celebración en el Reale Arena, donde cantó la marcha de San Sebastián.
«Es una contradicción» que se pueda celebrar el partido y haya que suspender la Tamborrada, dijo ayer el alcalde Eneko Goia, que reconoció que tomar esa decisión «no fue plato de buen gusto» y pidió responsabilidad a los ciudadanos. «Habrá que quedarse con que es un poco mejor que el año pasado», dijo sobre la Tamborrada de este año, que al menos cuenta con los protagonistas del día 20: los niños.
A pesar de que la Tamborrada volvió a tener un sabor agridulce, quizá hablemos del día de San Sebastián más largo de toda la historia. No hubo izada oficial, pero la bandera ondea en la plaza de la Constitución desde las once de ayer y, probablemente, seguirá ahí hasta mañana, pero sin ninguna celebración que permita a los donostiarras disfrutar de esas horas de fiesta. Otro año más, Donostia se ha adaptado a la pandemia. Esperemos que sea el último. ¡Por un 2023 con rataplanes!
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